Alejandro Tolosa

UNA TENSIÓN EN EL FANTASMA

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Por Alejandro Tolosa Posted Marzo 19, 2023 In ELP (escuela Lacaniana de psicoanálisis), Psicoanálisis

Este escrito pretende continuar el trabajo del cártel sobre el fantasma y en él me gustaría reflejar unas cuantas conclusiones que a decir verdad, no concluyen mucho más allá de seguir el camino de algunas preguntas.

El fantasma es un concepto muy interesante por la conjura estructural que hace del sujeto del inconsciente.

Pensar la estructura nos permite abrir el mapa teórico en el que la escucha del analista se renueva en el encuentro con la palabra del otro, ya que dicha escucha se soporta en un mapa “marítimo” ­–podríamos decir si pensamos al mar como el goce– un mapa en el que la práctica clínica pone en relieve las vicisitudes que el sujeto carga al intentar domar su palabra y su cuerpo.

Hablaremos del fantasma en la neurosis, de sujetos que organizan su relación con el mundo bajo el influjo de la represión y la defensa frente a sus pulsiones será la de tener a raya el propio deseo. Esta es una forma de organización del mundo, un marco que le permite al sujeto que desea desde su inconsciente, dar sentido a una existencia que carece per se de tal cosa.

Hablamos entonces de que esta organización es una interpretación de la realidad, un relato discursivo del que se sirve el sujeto que siempre será el protagonista de sus historias ya sean éstas heroicas, trágicas, cómicas, etc.

Lacan nos dice en el seminario XI que si nos despertamos de un sueño es sólo para seguir soñando. Regresar a la realidad en la que seguimos soñando bajo el marco del fantasma.

Estas historias son los sueños que escuchamos en el análisis. Historias contadas con pudor porque hay mucho pudor en develar nuestra forma de ver el mundo, la gente esconde su forma de ver la realidad por un cierto temor a ser descubiertos.

El fantasma da un sentido al extranjero radical que es el Otro. Y ese sentido se sostiene en el objeto de la pulsión.

Los fantasías se confiesan y el fantasma se construye.

A los pacientes se les conoce sobre todo cuando hablan de los otros, de sus pares y partenaires. La escucha del analista se adentra en una especie de proyección especular, dos espejos uno frente al otro proyectando un sin numero de imágenes en serie, en las que iremos poco a poco captando algo de la repetición, captando la forma en la que ese sujeto goza.

Existe un gran esfuerzo del sujeto por tener atado al cuerpo fragmentado que somos. Tener atadas las historias y los sentidos que acompañan esas historias. Cada lazo, cada relación se sostiene en un intento casi titánico por mantener las cosas en orden y que ojalá no cambien demasiado –Creo que es por esto que ahora las personas ya no se llaman, sólo se mandan y reciben mensajes de texto que pueden responder cuando les viene mejor, cuando pueden controlar más aquello que dicen y aquello que ese lazo significa para cada uno ¡Una llamada es casi como la irrupción de lo real!–.

Y sin embargo, qué difícil es conservar atadas las cosas. Por eso se defiende el sujeto de su propio deseo. Porque cuando éste intenta articularse podría cambiarlo todo. Sería como reiniciar la serie, cambiar las condiciones de posibilidad y provocar un nuevo ordenamiento de la vida. Por esto es que Lacan dirá que el deseo esta articulado pero no puede articularse. Y ahí viene la angustia como señal de ese posible cambio, de la cercanía del cumplimiento del deseo –por eso se trata al miedo y al deseo como dos lados de la misma moneda–. Una señal que marca un antes y un después, así como lo hace la irrupción de lo real. En el seminario X Lacan trata a la angustia como una señal que indica que el fantasma que velaba con su ficción a ese real, vacila.

La irrupción de lo real y la emergencia del deseo inconsciente son amenazas para la ficción fantasmática que estabiliza la experiencia de los sujetos.

Ambas cosas deben permanecer veladas y por ello, para el analista y su escucha, son grandes aliados para entender el complejo entramado que se anuda en el decir del paciente.

En el seminario XI Lacan habla de los procesos de alienación y separación como efecto del encuentro con el Otro del lenguaje en el cuerpo. Alienación al campo del Otro y separación por medio del objeto. El fantasma se constituye en estos dos tiempos que tienen su ritmo en el movimiento de la pulsión; ésta sale del sujeto para dirigirse al otro y regresa al propio cuerpo generando un agujero.

Este agujero es el nido del objeto parcial de la pulsión y es por ello que la formula del fantasma es ${ }a.

Me resulta interesante pensar que hay una tensión en la formula del fantasma que va del pasaje al acto hasta el sueño de la consecución del ideal del yo.

Es una tensión que podemos escuchar en los dichos del paciente y que va del objeto a, pasando por el yo ideal para llegar hasta el ideal del yo. El falo como significante impar sería el péndulo en el que oscila dicha tensión sostenido por el nombre-del-padre y su respuesta al deseo del Otro.

En otras palabras, la soldadura del objeto a en el fantasma está siempre amenazada. Las formaciones del inconsciente como lo que emerge en la consciencia vienen a denunciar la ficción dialéctica en la que el sujeto teje su realidad. Los dichos del paciente apuntan al ideal del yo pero a menudo vemos como la fragilidad en la que se anuda el sujeto, lo denuncia por la angustia de perder el control de su cuerpo hasta llegar en ocasiones a pasar de tener un cuerpo a ser un cuerpo. Identificarse al objeto a como objeto de desecho, el objeto resto de la operación de goce que conduce a los terribles pasajes al acto.

En el fantasma existe una amenaza de desprendimiento y por eso se hace necesario construirlo en análisis.

Por otro lado fue muy interesante cómo el recorrido por el cartel del fantasma nos llevó a trabajar diferentes testimonios del pase en el que veíamos que después de la construcción de los fantasmas, aparecían los objetos del Otro; sobre todo el objeto mirada.

Nos miramos como solemos mirar a los otros. Los ojos miran el ideal del yo y por eso la perdemos. Una mirada imaginada en los ojos del Otro. En la esquizia del ojo y la mirada, ella es la que se elude, escapa a la visión y queda del otro lado del espejo.

La mirada es lo que se pierde en la imagen, es el objeto a de la imagen. Un agujero vacío de significación. Vemos desde un punto pero somos mirados desde todos los ángulos. Ver en el propio cuerpo la libra de carne. La mirada tiene un efecto de goce pleno y el movimiento de la comparación es intentar ubicar la falta, ya sea del lado del yo o del lado del otro.

El campo visual más que un espejo se convierte en una pantalla y ésta es la que cae en el atravesamiento del fantasma.

Para terminar, dibujar el marco nos llevó a ver el fantasma desde fuera para asomar la cabeza para intentar ver qué es lo que había más allá.

Nos encontramos con un texto de J.-A. Miller titulado la Imagen Reina. Las imágenes reina serían en lo imaginario, homólogas a los significantes amo de lo simbólico. Siempre y cuando la imagen se significantice y concentre los dichos del paciente. Es un texto muy interesante en el que Miller privilegia tres imágenes reinas: el propio cuerpo, el cuerpo del Otro y el falo, y cada imagen trae consigo un operador especial que actúa en el campo de la visión: el espejo (divide el espacio en tres dimensiones), el velo (los vestidos que transforman la nada en algo), y el tercero que nombra en una serie de palabras operantes: apoyo-pedestal-encuadre-grieta-ventana y que son operadores visuales que limitan y aíslan la imagen para ser ofrecida como imagen única y por tanto, susceptible de significantizarse.

Las imágenes reina no representan al sujeto pero se coordinan con su goce y están investidas en el fantasma. Estas imágenes están, dirá Miller, bajo el imperio de la mirada.

Estas imágenes imprimen una dirección al goce. El fantasma se enmarca a condición de la extracción del objeto a, desde las imágenes reina hasta las imágenes cristalizadas en el ideal del yo. Una imagen fija al que el sujeto no podrá sincronizarse nunca porque lo vivo es el movimiento, no puede cristalizarse.

Podríamos pensar a lo real como un acto o los actos, como el movimiento, el chasquido de la lengua, y pensar también que el resto es percepción e interpretación.

Venimos de una imagen y apuntamos a otra. Las cadenas significantes se articulan a las imágenes reina y se deslizan por el agujero del objeto a. Una cadena en espiral que con un movimiento metonímico apunta como un faro al ideal del yo para que el goce tenga una dirección y el fantasma tenga su marco.